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Diario YA


 

CON MONTSERRAT DE FONDO

Manuel Parra Celaya.

    Con apenas un mes de diferencia, he tenido la oportunidad de subir dos veces al macizo de Montserrat, diz que feudo cerrado del más radical nacionalismo catalán; por allí había andado nada menos que Quim Torras, en fechas navideñas y, al parecer, acogido a la penitencia de la frugalidad en el yantar por solidaridad con lo que llamaron los medios una huelga de hambre de los políticos presos. No dejo de pensar que quizás el president de la Generalitat iba siguiendo los pasos de su conmilitón Himmler, que, en los años 40, también subió a esa montaña en búsqueda del Santo grial.
    No se me ocurre, en cambio, que su intención era seguir las huellas montserratinas de Franco, en sus varias visitas al Santuario, donde la Comunidad benedictina, tras hacerle entrar bajo palio, se despepitaba por agasajarle y obtener mercedes; ni tampoco estaba en la mente de Torra recordar que las centurias del Frente de Juventudes llevaban a bendecir sus guiones ante La Moreneta. En momentos más conocidos por mí, de allí partió la Marcha Nacional Mariana de la Organización Juvenil Española, en 1966, rumbo a Zaragoza; por cierto, que localicé la piedra donde se rememora el inicio de esta peregrinación, lógicamente con la inscripción borrada a golpes por alguna mano piadosa…
    Mis motivaciones para acudir a Montserrat eran más sencillas: practicar mi inveterada afición al montañismo y rezar a la Virgen; tanto lo primero como lo segundo lo cumplí con creces, ya que, por una parte, el marco es excelente para recorrerlo con el morral a la espalda y, por la otra, siempre me he resistido a que la Patrona de Cataluña (para los catalanes siempre seréis Princesa; para los españoles, Estrella de Oriente, dice una segunda estrofa estrofa del Virolai que, curiosamente, suele omitirse en las parroquias contaminadas por el separatismo) sirva de rehén o coartada secesionista. Así, no tuve problema es pedirle a Nuestra Señora por España, por toda España, y de musitarle, algo irreverentemente, un no te dejes rodear por malas compañías. Aunque seguro que Ella ya lo sabe.
    Por suerte, los dos días de mis recorridos no me topé con ningún penitente con estelada; sí con excursionistas normales y con japoneses, bandadas de japoneses que, además de fotografiarlo todo, encendían velas ante la imagen de la Virgen. Mi oración en el camarín, donde se ha repuesto la bandera española donada por el Tercio de Requetés Nuestra Señora de Montserrat, fue entrañable y cercana; no me atreví, sin embargo, a escuchar homilía alguna de los monjes, por si las moscas.
    Mi vinieron a la mente los numerosos santuarios y lugares de Hispanoamérica que llevan el nombre de Montserrat o Montserrate, y, de forma más próxima, la imagen de la Virgen Morena que contemplé en la iglesia parroquial de Espinosa de los Monteros, en tierras burgalesas, depositada por los supervivientes y familiares de la Primera Centuria Catalana de Falange, en cuyo honor se yergue, en las montañas que acercan a Cantabria, la llamada Cruz  de los Catalanes, junto a la fuente del mismo nombre; allí, en el cementerio, una vieja tumba tiene grabadas en su lápida la silueta de Montserrat junto a las cinco flechas yugadas.
    Mis excursiones han sido, por decirlo así, una operación de rescate personal de un Santuario Mariano, donde, lastimosamente, se predica la división entre los españoles, y eso desde la época del Régimen anterior, cuando un tal Raimon Galí i Herrera alucinaba de separatismo a grupos de personas, entre ellos un joven Jordi Pujol, acaso recién acabadas sus prácticas de Alférez de Complemento. El dato lo obtengo del historiador y amigo Javier Barraycoa, que ha acuñado la voz montserratismo como lo más opuesto que nos podamos imaginar al catolicismo, que significa universalidad. Se trata de una pseudorreligión, a modo de secta, con sus dogmas nacionalistas, indiscutibles como tales, y de la que participan gran parte de la clerecía y de la jerarquía de la Iglesia en Cataluña.
    Menos mal que la Moreneta está por encima de todo eso; uno no es quien para pedirles cuentas a los sectarios -ya se las pedirán en el Valle de Josafat-, pero no dejo de pensar que por su culpa los templos están casi vacíos y las vocaciones brillan por su ausencia. Menos mal que, entre la inmigración hispana (que no latina, por favor) y el turismo japonés se pueden compensar las ausencias autóctonas; claro que unos y otros adolecerán de tener ocho apellidos catalanes, según el criterio del racista (digo supremacista, que es más moderno) del actual president de la Generalitat.
    Tengo claro que a la Virgen de Montserrat le tienen sin cuidado esos criterios espurios, y está atenta a la pureza de conciencia, de la que también adolecen los piadosos separatistas que, de vez en cuando, suben al Santuario a conspirar en la sacristía, a hacerse fotos para la galería y, alguno de ellos también, a avistar OVNIS en el cielo.

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