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Diario YA


 

SANTA TERESA Y CERVANTES; UNIDOS POR LIBROS DE CABALLERIA

El Quijote está poblado por mujeres ideales y reales de carne y hueso

Cervantes nos presenta en las aventuras y desventuras del caballero de la Triste Figura, (nuestro padre y señor Don Quijote que diría el poeta máximo de la modernidad lírica, Rubén Darío),  un poliédrico universo femenino de su tiempo, que muy poco o casi nada tiene que ver con el de la mujer actual, dominado y alienado por la colonizadora ideología de género que trastorna no solo al varón, sino a la mujer.
El Quijote está poblado por mujeres ideales y reales de carne y hueso: nobles, villanas, religiosas, plebeyas, hidalgas, campesinas, busconas, aventureras, feas y hermosas, independientes y sumisas. Así Marcela es una hermosa pastora, quien reivindica su condición libre y sin compromiso. Dorotea, labradora inteligente, encargada de la hacienda paterna, amiga de la lectura y de los libros de caballería, como era común en las mujeres de su tiempo, según testimonio de Santa Teresa, quien en capitulo 2 Vida, escribe: Era mi madre aficionada a libros de caballerías, y no tomaba ella este pasatiempo, como yo lo tomé para mí, porque ella no perdía su labor, sino desenvolvíamos para leer en ellos y por ventura ella lo hacía para no pensar en grandes trabajos que tenía. De este pesaba mucho a mi padre que había que aviso a que no lo viese. Comencé a quedarme en costumbre de leerlos y parecían no era malo con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque a escondidas de mi padre. Era tan en extremo lo que no esto me embebía que, si no tenía libro nuevo no me parece que tenía contento”
En el Quijote aparece el contraste entre la belleza platónica que representa Dulcinea que sólo existe como tal en la mente de Don Quijote, mientras a otras mujeres como la mujer de Sancho Panza las degrada hasta la zafiedad. Pero es sin duda la prosopografía que nos pinta de la asturiana Maritornes, moza ventera, en ella, Cervantes se excede intencionadamente en la degradación de la mujer, pues es: ancha de cara, llana de cogote, tuerta de un ojo y del otro no muy sana; sus siete pies de palmos de estatura de los pies a la cabeza; las espaldas que algún tanto cargaban y la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera. Este esperpéntico retrato de la mesonera asturiana le hubo traído a Cervantes una dura descalificación por parte de las feministas más radicales. Muchos de los tópicos machistas que se escriben hoy contra Cervantes a cuenta de la mujer los denunció Rubén Darío en Letanía de nuestro Señor Don Quijote, cuando escribe: “de cantos áfonos, recetas que firma un doctor, de las epidemias, de horribles blasfemias de las Academias, líbranos, Señor.
Fidel García Martínez