Principal

Diario YA


 

“¿Cuál es la primera parte de la política? La educación. ¿Cuál la segunda? La educación. ¿Y la tercera? La educación.” J.Michelet.

La educación, juguete de políticos y laberinto de estudiantes

Miguel Massanet Bosch. Cuando observamos a los políticos repetir una y mil veces los mismos argumentos, idénticos tópicos y las mismas explicaciones, para intentar convencer a aquellos de los que pretenden conseguir su voto y vemos la superficialidad con la que tratan problemas de gran envergadura, importancia social y relevancia para la marcha de un país; sentimos que nuestra nación carece de las personas adecuadas para ocupar los puestos de mando y que, desgraciadamente, la política y los políticos han entrado en una fase de decadencia, de degradación y de amateurismo materialista, que poco nos aporta en cuanto a la esperanza de que, nuestra nación, sea capaz de sobrevivir a tanta mediocridad, egoísmo y falta de sentido común. Si tratar con carácter prioritario de los asuntos verdaderamente importantes que afectan a una sociedad se convierte, en virtud de ideales partidistas, de cálculos electorales o de intereses económicos, en objetivo secundario o, lo que todavía resultaría más detestable, en un impedimento para el éxito de sus carreras políticas, de modo que sus intereses se centren en obviarlos; limitándose a actuar, legislar, ejecutar y desenvolverse dentro del campo acotado de aquellos temas que les puedan beneficiar, para consolidarse en su puesto aunque, para ello, deban destruir o vaciar de contenido las buenas obras, las decisiones acertadas y los beneficios sociales que, sus antecesores en el gobierno, hubieran conseguido para provecho e interés de la ciudadanía.

Y es que resulta, señores, que hay temas que trascienden de las legislaturas, de los distintos gobiernos que accedan al poder y de los ideales políticos de los propios gobernantes; que deben ser tratados con altura de miras, con desapasionamiento, con la colaboración precisa de técnicos, especialistas, representantes de las familias y expertos en la materia, debido a que su importancia, su repercusión en el futuro de la ciudadanía, su importancia para el progreso de la nación y su influencia en el bienestar de la sociedad; deben ser considerados como prioritarios, esenciales, de largo recorrido y basados exclusivamente en su función social, que exigen estabilidad, permanencia, tratamiento científico y despolitizado, seguridad jurídica y máxima eficacia. Uno de ellos y, seguramente el más importante, es el de la educación de nuestros jóvenes.

Es evidente que, el tema educativo, ha sido siempre utilizado desde un punto de vista partidista, como instrumento de promoción electoral, un lugar de adoctrinamiento político, un intento de convertir la escuela y universidad pública en un adversario ( no colaborador) de la privada y, a las pruebas de la Historia nos remitimos, en un centro de gestión revolucionaria de donde han salido los activistas, agitadores y antisistema que han provocado los mayores alborotos callejeros, destrozos, vandalismo y enfrentamientos con las fuerzas del orden, que han tenido lugar a través de los distintos gobiernos que hemos tenido en España, en un semillero revolucionario, especialmente desde fines del siglo XIX. Si alguien pudiera pensar que, en la actualidad, en pleno SigloXXI, el tema educativo se ha solucionado, se han creado las leyes adecuadas para que un sistema educativo consensuado, adecuado a las necesidades docentes, despolitizado y estudiado para que, en los centros públicos y privados, se impartan las materias por los mejores catedráticos en las respectivas materias; las matrículas sean gratuitas y la aplicación y productividad en las aulas corran pareja con la necesaria paz, disciplina y orden estudiantil, sin cuyos requisitos es imposible que los alumnos salgan de los centros docentes con la formación y grado de excelencia que la sociedad tiene derecho a exigir, de aquellos a los que subvenciona con sus propios impuestos; no quedaría más remedio que decirle que está equivocado de cabo a rabo.

Por el contrario, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que nuestras escuelas públicas son semilleros de politización por parte de una pléyade de profesores, empeñados en conseguir que, especialmente en la universidades públicas, se cree un clima rebelde, intolerante, comunistoide, agresivo y, en consecuencia, poco adecuado para un centro en el que lo más importante debiera ser el aprender y sacar el máximo provecho de las horas lectivas. Cada gobierno, cuando un partido alcanza el poder, intenta aplicar el sistema educativo que mejor le parece que pueda ser favorable a su intento de adoctrinamiento de la juventud estudiantil, sobre la que quiera ejercer su influencia. Hace ya muchos años que, tanto en Cataluña, donde las escuelas públicas y universidades han sido el alma mater de catalanismo más furibundo, así como algunas iglesias y el monasterio de Montserrat, también lo vienen siendo desde que el independentismo ha adquirido la importancia que la desidia de los gobernantes españoles han permitido con su permisividad, que se apoderara de una parte importante de los ciudadanos catalanes.

Por mucho que nos pueda chocar, desde que la Constitución española creó el sistema de distribución territorial de las autonomías, permitiendo, a mayor abundamiento, que cada una de ellas pudiera aplicar en su territorio el sistema educativo que le pareciese, la educación en el Estado español se ha convertido en una especie de casa de Tócame Roque en la que, cada autonomía, intenta colar su particular concepto de lo que debe ser la enseñanza, quienes la han de impartir, qué asignaturas deben ser más importantes y, aquí reside una parte importante del nacionalismo catalán, el tipo de Historia de España que han de enseñar, con la particularidad de que, por raro que pueda parecer, la historia de nuestra nación que se estudia en Cataluña poco tiene que ver con la que se da en Madrid y, las historia que se imparte en la enseñanza pública tampoco coincide con la que se explica en la privada.

Ahora, en Cantabria, quieren establecer un calendario escolar revolucionario. No somos expertos en la materia ni queremos más que dar una opinión particular, sin pretender estar en lo cierto, pero eso de dividir el curso en cuatro bimestres entre cada uno de los cuales se tendrá una semana de vacaciones, puede parecer una idea innovadora, incluso aceptable, mas si aseguran que se van a mantener los 175 días lectivos que existen en la actualidad. No obstante, aparte de los legítimos inconvenientes expuestos por las familias, en cuanto a los problemas domésticos de tener que ocuparse de buscar quien se encargue de los hijos mientras los padres estén trabajando, o de lo que les va a costar si tienen que pagarles actividades extraescolares para que estén ocupados; a mi se me ocurre que este acotamiento de las vacaciones estivales, que quedarían reducidas a dos meses, si bien parece que el sistema anterior resultaba algo excesivo, sin embargo, las familias ya lo tenían descontado y los padres podían escoger hacer sus vacaciones dentro de los tres meses de que disponían en verano. Lo que parece que no se ha tenido en cuenta es algo que, no obstante, siempre ha ocurrido. Los dos o tres días anteriores al periodo vacacional y los dos o tres siguientes al regreso a la disciplina escolar, el rendimiento de los educandos se relaja, ya se piensa en las futuras vacaciones o se tiene la resaca de las que dejaron tras de sí.

No creemos que el alumno tenga la concentración que se va adquiriendo a través de los largos periodos del curso escolar que, no se interrumpen por los breves espacios de una fiesta o los sábados y domingos, pero que, en el caso de periodos más largos, como el de siete días, ya da tiempo a que se cambie el hábito y se acostumbren a otro sistema de vida, menos exigente y más libre. Aparte de esta consideración, es evidente que lo que no es de recibo es que, en una misma nación, cada autonomía tenga su propio sistema escolar, la historia de la nación se explique según sea la tendencia política de los gobernantes y el calendario escolar sea distinto, de modo que según sea donde se viva los hábitos y calendarios escolares nada tengan que ver con los del resto de comunidades. No tiene ninguna explicación racional que lo avale. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que, una vez más, Spain is different. Lo malo es que, cuando hablamos de diferencias respecto al resto de países de la CE, siempre resulta que somos diferentes pero, para peor y es evidente que, en el tema educativo, siempre salimos mal parados cuando se nos compara con los niveles de rendimiento de los estudiantes del resto de Europa.

Por algo será y, si hay algo que lo pueda explicar será, seguramente, por el hecho fatídico de que llevamos años cambiando, cada dos por tres, nuestro sistema educativo para desesperación de los enseñantes y martirio de los enseñados..

Etiquetas:educaciónMiguel Massanet