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Diario YA


 

Infidelidad con la Historia

Rafael González. 29 de noviembre. 

­Como ya conocen los lectores de YA, el Tribunal Supremo ha confirmado en una sentencia que la bandera española debe ondear "de manera permanente" en el exterior de la sede del Parlamento vasco en Vitoria y ocupar un "lugar preferente" en el interior del edificio. Llevaba 20 años sin ondear. El Parlamento autonómico recurrió una sentencia anterior del TSJPV, que ordenaba lo que ahora confirma el alto tribunal. Además, se establece la doctrina de que "la bandera de España simboliza la nación, es signo de soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución".

Es una buena noticia. Pero, ¿qué es lo que le está pasando a la nación más antigua de Europa para andar con estos pleitos? ¿Por qué, en algunos de sus territorios se menosprecia la bandera nacional, y encuentra dificultades para impartirse su idioma común, que es el tercero más hablado del mundo? No se entiende. Como madre patria, España ha debido cometer algún pecado, porque no se explica la de hijos que le han nacido que no quieren saber nada de ella. Son hijos des­naturaliza­dos.

Esta clase de hijos suele se bastante desgra­ciada. No hay mayor desgracia que ser hijo, quieras o no, de una madre a la que evitas hasta pronunciar su nombre. Algunos prefieren el sintagma franquista "Estado español" a decir España. ¿No han oído a esos tales hacer una enumera­ción de países en relación con algo común? Dicen, por ejemplo: "Y eso que está ocurriendo en Francia, ocurre también en Alemania, en Italia, en Portugal y en el Estado Español".

Y no sólo el nombre; quieren desconocer también su his­toria. Lo digo esto porque desde hace bastante tiempo venimos asistiendo a un apasionado deba­te sobre la ense­ñanza de esta asignatura. Cada autonomía, incluso las no consideradas históri­cas, aderezan la suya propia a gusto de los jerarcas auto­nómicos. ¡Hasta en Andalucía! ¿Recuerdan el fervor que les entró a los seudonacionalistas an­daluces por el Islam? Fue verdaderamente ridículo. Tan ridí­culo que incluso fueron a Teherán a rendir pleitesía Jomeini, aquel fanático imán que había prohibido hasta la música. Pues no se les ocurrió llevarles como regalo otra cosa que unos (discos de música andalusí!

Nadie pude negar como legí­ti­mo y conveniente que en cada comu­nidad autó­noma se acentúe el estudio de la histo­ria pro­pia; pero, claro, siempre que no se oculten o ter­giversen los hechos con marcada inten­ción polí­tica, como la Academia de la Historia ya demostró en su día. Los pro­pios editores de libros confir­maron esta interven­ción políti­ca para imponer o censurar textos en algu­nos casos. Quieren desconocer la esencialidad que en la historia común significan, por ejemplo, la Corona de Ara­gón, el reino de Navarra, Cas­tilla, León, el Reino de Galicia, etc. Los nacio­nalistas catalanes bien informados co­nocen muy bien el ejemplo que Américo Castro ponía de Vene­cia, cuya dimensión internacionalmente autónoma ha sido mucho mayor que la de Cata­luña, "y no se considera hoy irredenta por formar parte de Italia”, decía el gran fi­lólogo español; y añadía: “Lo cual no sig­nifica planear ni predecir el futuro de Cataluña, que depende­rá de los catalanes y de los demás españoles". ¡Y de los demás españoles!

A la gran mayoría de estos les preocupa -por no decir les duele- toda esa polémica en torno a la Histo­ria de España, las afrentas a su bandera, el desprecio del idioma, y no comprende qué beneficio puede reportar desconsiderar la trabazón que ha existido siempre entre todos sus pueblos. (Hombre!, se confía en que los hechos pre­valece­rán sobre la ficción, pero no olvidemos que la intole­rancia, muy propia de los naciona­lismos, que fomenta los antagonismos y excluye al otro, no puede favo­recer el entendi­miento, la con­viven­cia, la solida­ridad y la fidelidad, que es a lo que nos debe impulsar un análisis desin­te­resado de la historia.

Sobre la infidelidad de los pueblos con su propia histo­ria ya nos advertía don Marcelino Menéndez Pelayo hace casi un siglo. En su dictamen sobre la adquisición de la biblioteca del duque de Osuna decía que "los pueblos tienen obligacio­nes estrechí­simas con su propia his­toria, y no pueden ser infieles a ella sin desho­nra propia, desde el momento en que se recono­cen solidarios con las gener­aciones que nos precedie­ron y aceptan su heren­cia".

A ver cómo es acatada la sentencia del Tribunal Supremo respecto a los honores que deben rendirse a la bandera de España.  

 

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